Blogia
A mí no me mires:

Sirenas

Sirenas ¿Qué se puede hacer con la realidad
para que no sea tan odiosa?
Idealizarla,
porque así está más soportable.
Idealizamos y maquillamos.
Idealizamos para disimular.
Me sorprendo a menudo
intentando convencerme a mí misma
de que mi vida es maravillosa,
mi chica es guapísima,
mi trabajo es atractivo,
mis amigos son extrardiornarios
y yo soy fascinante.
Bla, bla, bla.

Cantos de sirenas.

Ulises se ató al palo mayor de su barco,
mientras sus marineros,
con los oídos tapados,
remaban desesperadamente.
Ulises no podía soportar esos cantos
que lo transportaban más allá del barco y la tormenta.
Porque puede suceder muy bien
que de tanto idealizar la realidad
demos el salto definitivo
y nos empeñemos utópicamente
en hacer convertir en real lo ideal,
en encarnar las fantasías
en hacer de la sirena tu pareja de hecho
y de su canto tu pan de cada día,
Como si no conocieras ya,
en tu propias carnes
y con tu propia sangre,
ingenua Lorena,
que los sueños son,
por definición,
un aceite imposible de disolver
en el largo y tortuoso río de la realidad.
Y si por el contrario,
haces como los necios marineros,
te tapas los oídos
para no poder escuchar
el canto de sirena de tus ilusiones,
¿qué te queda, entonces?
La desesperación
mezquina Lorena.
La desesperación de seguir remando
a saber cómo y a saber por qué,
igual que aquel “Nowhere Man” de los Beatles:
Aquel don nadie que venía de ningún sitio
e iba a ninguna parte
para nada.

2 comentarios

Lorena -

Es que si no consigues desligarte de tus ataduras y lanzarte al mar en pos de ellas....
estás perdido,
estás irremediablemente perdido.
Que ya lo dijo el compañero de singladura de Ulises.
Navegar es necesario,
vivir no es necesario.

enmipellejo -

¿Por cuánto tiempo voy yo a seguir remando, cuando jamás he sido un simple remero? Opté un día por hacer como Ulises, apartándome de los brutos y su cobardía, y pronto me acostumbré a que me ataran a aquel poste día tras día, a deleitarme con el canto sublme de aquellas voces femeniles y con la suprema belleza de esas ninfas.
Y, ahora, no sé vivir sin que me sujeten cada vez con sogas más fuertes; y me desvivo por librarme, para lanzarme al mar en pos de ellas por siempre...