Estaba escrito.
Clara y yo fuimos compañeras de colegio y nos veíamos todos los días. Nuestros padres coincidían en alguna celebración común. Aquel fin de año, decidieron salir y a mí me la confiaron, por ser un año mayor que ella. Dormiría en mi habitación. Despues de las doce campanadas en la tele y tomar las uvas, y cuando nuestros mayores se marcharon, nosotras, muy modositas, nos metimos en la cama, con muchas risas nerviosas, mucho pudor monjil y unos camisones que nos llegaban al tobillo. Era la primera vez que me acostaba con alguien que no fuera un osito de peluche. Y sin saber ni cómo, ni por qué, acaso movidas por algún resorte íntimo que pugnaba por salir a la luz, nos descubrimos acariciándonos, al principio tímidamente, después con mucha, muchísima ternura, más tarde con pasión. Fue la primera vez, mi primer placer, mi primera lujuria, cuando descubrí que yo solamente podía ser así, lesbiana hasta el último pliegue de mi sexo. Al día siguiente, tanto a ella como a mí, nos dio vergüenza recordar lo vivido. Estuvimos unos meses sin vernos, temerosas tal vez de que el virus de aquella noche nos contagiase más y más. Terminó el curso, y su familia se mudó al Sur. Pasó el tiempo, pero nunca la olvidé. Nunca se olvida la primera vez.
Volví a encontrármela, hace un par de años, en unos carnavales de Cádiz. Estaba yo la mar de salidita, escuchando las chirigotas ilegales que se agrupaban cerca de la taberna del Manteca, cuando alguien pronuncia mi nombre y antes de que reaccione, me regala un abrazo cariñoso y una sonrisa feliz. Pero hasta ahí. Clara se dejar abrazar por su flamante novio, y yo me quedo sin saber qué responder, balbuceando como una tonta, así que después de una conversación banal, volvimos a separarnos.
Pero la casualidad también hace de celestina y la semana pasada, en mi primer día de vacaciones me la tropiezo, a la vuelta de la esquina, paseando por Barcelona, y por fín sola, sin novio y sin excusas. Esta vez, sí, la sonrisa es más abierta, más clara; las miradas son más penetrantes, más íntimas; la conversación es más inteligente, más reveladora; y el final era el que ya habia quedado claro, desde aquella primera noche en la que ambas perdimos la virginidad. Lo nuestro estaba previsto en las crónicas del destino y anunciado, con grandes titulares, en el reportaje de nuestro deseo.
Lo he dejado todo. Me voy a vivir con ella. Me voy a vivir en ella. Porque el cartero solo llama dos veces. Y no hay, nunca existe, una tercera oportunidad. Me da igual el fracaso. Solo quiero drogarme con su alma, emborracharme con su piel. Aunque me hunda, será el naufragio más apasionado de mi vida.
7 comentarios
prohibida -
tengo frío -
liz -
liz -
Stuffen -
Que sea enhorabuena:D.
>Espero que todo salga tan bien como apunta.
Me alegro por vosotras un montón.
V109 -
Claudio -
No sabía que habías estado por mi tierra...