Como todas las mañanas, voy a trabajar cuando aún no ha amanecido. Pero hoy me he inventado una excusa para llegar tarde, y me he dirigido al puerto. Quería contemplar el sol cuando sale del mar, el mismo sol que tú sueles ver cómo naufraga en cada crepúsculo. Desde la playa, te dediqué la mejor sonrisa del día, la caricia más temprana, el beso hambriento que acababa de salir de la cama, donde hacía poco nos estábamos soñando, y volvió el deseo de ti, que me inunda cada noche y me regala felices sueños, y volvieron las ganas de cantar, de gritar, de decirle al mundo que si ayer estaba muerta, hoy estoy feliz porque me tienes tú. Todos esos hermosos sentimientos de cariño, bien empaquetados en papel de ternura, se los di al sol para que a la hora del crepúsculo, antes de acostarse en su lecho marino, te los entregara de mi parte. Volví al trabajo paseando, mientras observaba a la gente que caminaba con prisa, con histeria, con tensión y hastío, y me dediqué a sonreírles, mientras me miraban extrañados como si hubiese salido de una casa de locos. Puede que sí, puede que este cariño solamente se puede concebir entre tú y yo que, como no discurrimos por el común camino de la masa, estamos fuera de circulación y nos ha dominado la locura. Locura por amarnos, locura por vernos y acariciarnos y devorarnos y hacernos sentir lo que nadie sintió por nadie, pero al fin y al cabo, bendita, maravillosa y fascinante locura. |
1 comentario
D -
Es gracioso, te extraño aun sin tenerte.
Besos ;)