El hijo del jefe.
El hijo del jefe es, por definición, un bobo solemne. De ahí que sea mucho más peligroso que el propio jefe. Los jefes tienen el capricho de delegar pronto en sus hijos aquellos aspectos más sádicos de su labor cotidiana. Para que el hijo del jefe se porte como tal, tiene que ser capaz de despedir sin contemplaciones a los empleados más valiosos de la empresa, simplemente por el hecho de que cobran mucho, son excesivamente viejos o no le ríen las gracias con el entusiasmo previsto. Razones bien contundentes, como veréis. Los hijos de los jefes suelen hacer perder mucho dinero a las empresas de sus padres, pero no importa, ya se encargan los padres de recuperar el dinero perdido por otro lado. En este caso, más que una pérdida, es una inversión educativa, ya se sabe que la buena educación está muy cara y la educación de los hijos de los jefes, más. Como normalmente el jefe goza de una extraordinaria salud, el hijo del jefe puede encontrar una extraordinaria competencia en sus propios hijos. Aún no se ha estudiado, como fenómeno sociológico, al nieto del jefe, pero en líneas generales se observa que los nietos, con tal de llevarle la contraria a la bobería solemne de sus padres, suelen salir tan listos y astutos como sus abuelos, con lo cual el círculo se cierra y todo queda en casa, que es de lo que se trata. También suele suceder que el jefe, cosa curiosa, no tenga hijos. Entonces, de la saga familiar, rápidamente salta un sobrino que, además de devorar sin contemplaciones al resto de la competencia, se convierte en un clon perfecto de su tío, imitando a la perfección sus modos y maneras y hasta encargando la ropa en el mismo sastre. Ya lo dice el refrán, a quien Dios no le dio hijos, el diablo les dio sobrinos. |
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Laura -