Hello.
Te podría decir muchas cosas y todas ciertas, aunque parezcan por el envoltorio mentira, te podría decir que no hay forma de dejar de estremecerme cuando pienso en ti, te podría decir que ya ni siquiera es tu piel, mil veces acariciada, la que me lleva al borde de la locura, sino eres tú o esa esencia de ti que ya no tiene cuerpo, que solamente tiene la huella de una sonrisa, el guiño de un entendimiento, eso que ni siquiera el amor más apasionado puede desvelar, te podría decir que he llorado al ver que has abandonado tu forma escueta de hablarme, por una elocuencia más amplia y a la vez sentida y quien sabe si cariñosa, de definirnos como un sueño imposible que busca la noche, te podría decir que esta vez sí que has acertado de lleno, porque es verdad, lo nuestro es imposible, pero felizmente sigue siendo un sueño y eso es lo que importa, solamente eso, que nos sigamos soñando, que nos rebelemos ante la idea de que la realidad puede dominar la sublime fantasía de estar en perfecta unión, aunque sea en el improbable mundo donde no existe el mundo, te podría decir que te beso en cada palabra, que te acaricio en cada frase que me escribes, te podría decir que te deseo con furia y ternura, con arrebato y entusiasmo, cada vez que cierro los ojos y me convierto en parte indisoluble de tí, te podría decir que no hay nada que más desee que decirte bye y hello, acercando cada vez más estas dos lejanas palabras, primero bye y después hello, y después byehello para acabar desterrando el bye y abrazar ese hello y abrazarte a ti para borrar así todo lo que me alejó de tu abrazo, te podría decir todas estas cosas y reunir las palabras más bellas que mi imaginación, fecundada por ti, puede dar a luz. Pero…. tengo tanto miendo a que tú digas, lo siento, ahora no, que todo lo mucho que te podría decir se queda en un inevitable y estéril condicional. Si no hubiese sido tan torpe como para confesar una necia verdad que no servía para nada, si hubiese guardado silencio, si, si, si... maldito futurible que me atormenta, ahora cuando comprendo que en vez de asesinar la soledad, asesiné los sueños. Y no hay noche que no deje de humedecer el lado vacío de mi cama con las lágrimas que me provoca tu ausencia y no hay noche que no piense que esas lágrimas pueden producir el milagro de que vuelvas a mí y no hay noche que no arda en deseos de escribirte una carta que comience diciendo: te podría decir muchas cosas y todas ciertas, aunque parezcan por el envoltorio mentira, te podría decir que no hay forma de dejar de estremecerme cuando pienso en ti….y así sucesivamente, una y otra vez, en un círculo vicioso provocado por mi desatino. Después que nos besamos |
1 comentario
Pietro -
Vale mucho más que las realidades posibles que agonizan a la segunda cricia.