El blanco es la nada.
Por no ser, ni siquiera es negro.
Podría desaparecer de tu vida. Lo haría lentamente, una mañana de domingo, pondría como compañera de viaje a nuestra Madeleine, me haría una infusión bien cargada de marihuana, luego suavizaría la nata con hielo y un ron caribeño de diez años y me la iría tomando lentamente, y mientras intento desaparecer de tu vida, me iría diciendo a mi misma, esto es lo que hay, hasta aquí llegaron los sueños, tarde o temprano hay que salir a la realidad, y después de esta disciplina mental, despertaría de uno de los sueños más felices de mi vida, no, corrijo, intentaría despertar del sueño más feliz de mi vida, me echaría a llorar irremediablemente y después enjugaría las lágrimas con una ducha bien fría, frotándome en el cuerpo con rabia con una manopla de crin, hasta enrojecerlo, y tras este salvaje masaje, me enfundaría en un albornoz y estaría sentada en la terraza mirando al mar, todo el tiempo que fuese necesario, sin hacer otra cosa que mirar el mar. Tal vez a media noche, cansada de llorar, de beber y de decirme a mí misma, estúpida soñadora, tal vez entonces, podría arrastrame a la cama, y volver a llorar por la felicidad perdida, irremediablemente, toda la noche, y acaso entonces, probablemente de madrugada, el cansancio me habría provocado un sueño agridulce en el que vislumbraría la posibilidad de olvidarte. Hasta entonces, solamente me queda esperar… y esperarte. |
3 comentarios
Elisa -
Elisa -
Marta -
Solo que a mí ya no me queda la opción de esperar... y esperarla.
Solo me queda el olvido.
Nada es perfecto.