Ombligo.
Tengo una barriguita, como de embarazada de un mes, que me dibuja un perfil un tanto renacentista, con un puntito morboso y excitante que encaja perfectamente en mi natural procacidad. Eso sí, cuando suelo caer en la tentación de aparecer en un restaurante de recia cocina castellana y naufrago entre las morcillas burgalesas y el lechazo segoviano, el embarazo virtual de mi barriguita se acerca peligrosamente a los cuatro meses, lo cual es algo serio, pero da igual, siempre me gustó lucir un contorno redondeado y levemente pronunciado alrededor del antiguo canal de mi vida, este dulce y sugestivo hoyuelo que se ha convertido en una de las joyas de mi corona corporal. Este puñetero diseño corporal nuestro me tiene prohibido un placer que podría ser supremo, besarme el ombligo. Pero siempre me queda el consuelo de colocarme el mundo por montera, olvidar las crisis habidas y por haber, hundir al pesimismo en un pozo sin fondo, y contemplar la vida con una sonrisa de señorío, mientras me acaricio mi querido, preciado y precioso ombligo. Esperando, claro está, que esos labios tuyos, por los que muero cada día, me lo llenen de tus queridos, preciados y preciosos besos. |
4 comentarios
Andres -
Andrés -
Laura -
Hola Lorena, caí acá de pura casualidad y me gustó tu blog. Saludos y que estés muy bien.
Rafael -