Confidencias. (No sé por qué escribo esto)
He sido una chica mala este fin de semana. Con la resaca me acuerdo de la frase de Mae West: Las chicas buenas van al cielo, pero las malas van a todas partes La culpa la tiene Sandra, me llamó el viernes por la noche para decirme que tenía que quedarse en París por culpa del maldito trabajo. Así que utilicé el remedio para evitar la depre sentimental: la venganza. No es la primera vez. Salgo, me emborracho y ligo con lo que sea, generalmente con un tío, porque es más fácil, y menos peligroso para mí. Si me voy con una chica, corro el riesgo de enamorarme, y quiero demasiado a Sandra como para permitirme el error de perderla. Fui a La Boite, hacía tiempo que no pasaba por allí, desde que me enfadé con Ana por culpa de una idiota, el antro ha cambiado tira, empecé a tontear con Manel, un camarero que me administró chupitos gratis y a las 7 de la mañana me largué con él a su piso hasta que me cansé de simular. El sábado por la tarde, la pasé en casa completamente fumada y loca de celos por la ausencia de Sandra. A saber con quién estaría. Así que me puse la minifalda de escándalo y estuve la noche del sábado bailando en Razzmatazz y observando las miradas lujuriosas de los machitos, mientras le gritaba al aire: "Esto es lo que te estás perdiendo, Sandra, pedazo de perra". El domingo no estaba para nadie. El lunes decidí no responder al teléfono. Tengo doce mensajes suyos en el móvil. Me da igual. Si lee este post, que no lo hará, porque odia Internet y todo lo cibernético, me mataría, lo sé. Porque también sé que ella me quiere, lo malo es que quiere mucho más a su libertad. Y esto es lo que me mata. Porque yo me encarcelaría todo el tiempo del mundo por ella. Y con ella, claro.
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