Lujo o gueto.
Depende.
Me invita una amiga pija y de familia forradísima
(todas tenemos algo así)
a una especie de fiesta igual que ella,
pija y forradísima.
Entro en una urbanización, en la zona más cara de la ciudad,
-the top of the top of the top-
y me obligan a superar con bastantes inconvenientes,
tres filtros de seguridad,
donde unos armarios con uniforme recién salidos del gimnasio,
me hacen un interrogatorio en el que solo faltaba confesar
de qué color llevaba mi ropa interior
(¡Qué más quisieran ellos!)
Cuando llego al chalet de mi presunta amiga,
solo veo una enorme tapia de tres metros de altura,
coronada con un penacho de alambre de espino
que no se lo salta ni el campeón olímpico de pértiga.
Una vez dentro,
todo es perfecto, suave, encantador, fashion,
bonanovo, moralejo, oshea y asquerosito.
Mientras mis pobres orejas
soportaban la mayor colección de naderías envueltas en papel de regalo,
mi cerebrito, que siempre ha sido más rojo que un pimiento,
pensaba que el día en que se diera en este país una revolución como es debido,
de esas en las que ruedan las cabezas,
(que por cierto la necesita más que el comer)
habría problemas para tomar el palacio de invierno,
pero sería facilísimo conquistar los reductos de los pijimillonarios.
Solo tendríamos que ordenar a los guardias de seguridad
que en vez de poner obstáculos para entrar,
los pongan para salir.
Al final, todo tiene explicación desde la óptica de la lucha de clases:
Un barrio aislado y amurallado,
si es de pobres es un gueto,
si es de ricos es una urbanización de lujo.
O como diría mi tía Barbara,
que siempre tiene chispa para todo:
Un rico con smoking es un hombre elegante.
Un pobre con smoking es un camarero.
(todas tenemos algo así)
a una especie de fiesta igual que ella,
pija y forradísima.
Entro en una urbanización, en la zona más cara de la ciudad,
-the top of the top of the top-
y me obligan a superar con bastantes inconvenientes,
tres filtros de seguridad,
donde unos armarios con uniforme recién salidos del gimnasio,
me hacen un interrogatorio en el que solo faltaba confesar
de qué color llevaba mi ropa interior
(¡Qué más quisieran ellos!)
Cuando llego al chalet de mi presunta amiga,
solo veo una enorme tapia de tres metros de altura,
coronada con un penacho de alambre de espino
que no se lo salta ni el campeón olímpico de pértiga.
Una vez dentro,
todo es perfecto, suave, encantador, fashion,
bonanovo, moralejo, oshea y asquerosito.
Mientras mis pobres orejas
soportaban la mayor colección de naderías envueltas en papel de regalo,
mi cerebrito, que siempre ha sido más rojo que un pimiento,
pensaba que el día en que se diera en este país una revolución como es debido,
de esas en las que ruedan las cabezas,
(que por cierto la necesita más que el comer)
habría problemas para tomar el palacio de invierno,
pero sería facilísimo conquistar los reductos de los pijimillonarios.
Solo tendríamos que ordenar a los guardias de seguridad
que en vez de poner obstáculos para entrar,
los pongan para salir.
Al final, todo tiene explicación desde la óptica de la lucha de clases:
Un barrio aislado y amurallado,
si es de pobres es un gueto,
si es de ricos es una urbanización de lujo.
O como diría mi tía Barbara,
que siempre tiene chispa para todo:
Un rico con smoking es un hombre elegante.
Un pobre con smoking es un camarero.
8 comentarios
claudio -
La ropa interior de la Lorena...
(Imagíneseme con la mano sujetando mi cabeza, mirando hacia arriba, al infinito, tratando de desentrañar tales misterios del universo...)
Lorena -
Pero como me caes de fábula, te doy una pista.
El color me lo dicta mi estado de ánimo.
Mientras más chunga estoy por dentro
más divertido es por fuera.
DaW -
donni -
Indo... -
claudio -
En general las diversiones de los pijos son un rollo (toros, caza, golf...) pero otros son la polla: yates, esquí, windsurf...
No sé, no sé...
Lore -
Que una sea roja no quita que siga siendo cotilla hasta las cachas.
Pero sigo opinando que nos divertimos mejor nosotras.
Indo... -