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A mí no me mires:

Escrito a cada instante, Soledad.

Soledad

Por que no puedo vivir en paz, si no me acuerdo antes de ti?
¿Por qué castigo mi cuerpo derrotado de antemano, para intentar gozar de tu presencia?
Me vuelco en afueras devoradoras, en pasiones descontroladas, en vicios oscuros, en el placentero sabor del daño, pero al final acudo a ti, con la piel llorando lágrimas de sangre.
Es insufrible tu alegría, es una tentación carnal tu sonrisa. Sin estar, estás; sin ser, eres; sin tenerte, te poseo; y, pese a quien pese o a lo que pese, tú sigues siendo la fantasía más real en un mundo de vaciedades,
Por encima de millones de cadáveres peregrinos que vienen de ninguna parte y van hacia la nada, eres tú, Soledad, entera, viva y palpitante, la que me domina y me pacifica, la que me arrebata y me calma. Tal vez, en algún mundo, en algún tiempo, tú diste –a saber a quien, a saber a qué- un beso apasionado y ese beso, por el efecto mariposa, navegando por mil esferas de utopía, acaba de llegar a mis labios, haciendo aún más imposible mi amor por ti.
Y vuelve a ser verdad que el amor está escrito a cada instante en la arena de la vida, para que el mar del olvido se lo lleve a cada ola.

 

 

5 comentarios

Anamari -

Me hablas de tus amigos, de tus amores, de tu mundo, y tengo que mirar para otro lado porque solo te quiero para mí. Me ausento, me alejo, me entretengo, pero esto no impide que te busque a gritos, que te necesite a gemidos, que remueva el mundo entero, arriba y abajo, por verte y agarrarte de la mano. Tengo envidia del aire que respiras, del pan que comes, del vino que bebes, porque todos ellos están dentro de ti. Mis manos quieren abandonar mi cuerpo para acudir a tu encuentro, mis labios olvidan mi boca para convertirse, a fuerza de besos, en una prolongación de tus labios, y mi sexo, ardiente, furioso, apasionado, loco, solamente entiende el placer cuando sueña con el tuyo. Soy una parte de ti, perdida lejos de ti. Acógeme en tu alma porque me muero de frío.

Nuria -

Un día conocí a alguien que hablaba como tú escribes.
Y fuí tan estúpida que no valoré lo mucho que me podía dar a cambio de nada. Yo entonces solamente quería ser famosa, porque tenía una tetas bonitas.
Ahora que no las tengo y sigo siendo una oficinista con sueldo basura, recuerdo a cada momento que de haber sabido elegir, ahora podría ser la novia feliz de una mujer como tú, en vez de la esposa aburrida de un marido que solo piensa en colocarse cada fin de semana.
La vida es una mala puta.

Elisa -

Te leo y parece como si me estuviese mirando al espejo. Con una palabra conoces plenamente mi corazón y sólo una frase tuya es capaz de desvelar todos mis secretos.
¿Para que escribirte lo que ya conoces? Tal vez porque te gusta releer un libro, volver a escuchar las canciones de siempre, y descubrir, una vez más, que sin conocerme, has entrado en mi alma como si fuese tu hogar. Tal vez lo es, y yo no me he dado cuenta. Eres mi libro abierto, mi canción se siempre, mi paisaje habitual, mi océano tantas veces surcado, mi lección aprendida, mi horizonte cercano. Yo soy tu enamorada obviedad y tú eres el camino más corto para alcanzar la utopía.

Maria D. -

Vas por la vida tan contenta y feliz, presumiendo de amigos a los que quieres y que te quieren, y de pronto, la hecatombe. Alguien te desea para más cosas de lo que tú habías planificado. ¿Qué hacer? ¿Entretenerlo?
¿Mantener vivas y ardientes sus esperanzas, porque no deseas prescindir de su amistad? ¿O dejar las cosas claras, establecer un límite, hasta aquí sí, hasta aquí, olvídate? Cierto: sin riesgo sólo te queda la superficialidad del vacío.
¿Pero y si te arriesgas,
y en vez de alcanzar la profundidad de la emoción,
caes en el precipicio de la decepción? Se mire como se mire, el jarrón se ha roto.
Donde antes había alegría y buenas vibraciones, ahora hay mal rollo. Por culpa de un amor no correspondido,
se rompe una amistad mutua, leal y bien compenetrada. Por culpa de la pasión de la posesión, se pierde la generosidad de la complicidad.

Carla -

Es muy facil romper el corazón. Basta con ir regalando cariño, con la misma calculada frivolidad del camello cuando reparte gratis la droga a los adictos.
Y después, cuando más lo necesitan, sencillamente, desaparecer, dejando una estela de frustración en todos aquellos que creían haber llegado, de forma prodigiosa, a las puertas del cielo.
¿Por que lo hacemos?
¿Para vengarnos en otros del daño que otros nos hicieron?
No lo sé, ni me importa.
Pero lo hacemos.