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A mí no me mires:

Intermezzo.
(A modo de puente)

En este tiempo donde intentan colocarnos cualquier saldo
porque todo está en venta,
bueno será pagar lo que pidan por un kilo de utopía.

La utopía, ave volandera que se pierde en el horizonte,
es tan necesaria como el pan nuestro, real y crujiente, de cada mañana.
La utopía puede que esté esperándonos al final del camino,
allá donde el cielo besa la tierra,
donde los antiguos enclavaban la cuna de la luna,
y el paraíso de las ilusiones.

Utopía, bella palabra, delicada y frágil como el cristal de Bohemia.
Utopía, que nos convierte en caminantes sin saber el camino,
haciendo caso del poeta que hacía camino al andar,
o del marinero errante que decía:
Vivir no es necesario, navegar sí que lo es.

De repente, se abren las ventanas de mi habitación
y Serrat, mi viejo amigo, me canta al oído:

Se echó al monte la utopía
perseguida por lebreles que se criaron en sus rodillas
y que al no poder seguir su paso, la traicionaron;
y hoy, funcionarios
del negociado de sueños dentro de un orden
son partidarios
de capar al cochino para que engorde.
¡Ay! Utopía, cabalgadura
que nos vuelve gigantes en miniatura.
¡Ay! ¡Ay, Utopía,
dulce como el pan nuestro de cada día!
Quieren prender a la aurora
porque llena la cabeza de pajaritos;
embaucadora
que encandila a los ilusos y a los benditos;
por hechicera
que hace que el ciego vea y el mudo hable;
por subversiva
de lo que está mandado, mande quien mande.
¡Ay! Utopía, incorregible
que no tiene bastante con lo posible.
¡Ay! ¡Ay, Utopía
que levanta huracanes de rebeldía!
Quieren ponerle cadenas,
pero, ¿quién es quien le pone puertas al monte?
No pases pena,
que antes que lleguen los perros, será un buen hombre
el que la encuentre y la cuide
hasta que lleguen mejores días.
Sin utopía
la vida sería un ensayo para la muerte.
¡Ay! Utopía, cómo te quiero
porque les alborotas el gallinero.
¡Ay! ¡Ay, Utopía,
que alumbras los candiles del nuevo día!

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