Carolina.
Estaba delante de mis ojos, durante toda la nefasta y monótona jornada laboral, y, ciega de mí, no conseguía verla en toda su belleza, era una más, o ni siquiera eso, era solamente otro componente de mi paisaje cotidiano. Aquí, el kiosquero; aquí, el semáforo; aquí, el ascensor, la recepcionista, la mesa del trabajo, y enfrente, ella. Lo grave es que pasaron años, y cuando la destinaron a la oficina central, y a mí se me quedó como un extraño hueco en el corazón, fue entonces cuando comencé a preguntar qué me pasaba, a qué venía ese extraño e insoportable vacío, hasta que una noche, borrachita de vodka y de nostalgia, me dí cuenta de que me faltaba ella, de que la había amado con toda la pasión oculta de mi subconsciente, como algo que pertenecía a mi propio ser, y ahora no hago otra cosa que pensar en ella y cuento las horas que faltan para llamarla por teléfono con cualquier excusa, para decirle que la echo de menos y ella se ríe, mi Carolina bonita, porque piensa que voy de exagerada por la vida, que sólo pretendo actuar como una cariñosa compañera, o tal vez piensa que soy una torpe acosadora sin futuro, porque siempre fue hetero y siempre lo será. Yo qué sé, tan sólo puedo decir que estoy colgada de su sonrisa, de su vitalidad, de ese toque un poco arisco, un poco seco, pero tremendamente encantador, y le he dicho mil veces que no sé vivir sin ella, pero no me hace caso, y tal vez tenga razón en no dejarse atrapar, porque puede ser muy bien que ella conozca de sobra lo que yo estoy ahora aprendiendo con harto dolor, que el cartero puede llamar dos veces, pero el tren, el auténtico tren de cariño solamente pasa una vez. Si lo pierdes, estás kaput.
7 comentarios
Ésther Píscore -
Xenayd -
Muy buena la prosa,cuidate ;)
Yuntavo -
Safo_Lesbos -
Paula -
una total desconocida -
Necesitaba encontrarme con una desconocida que piensa tal y como yo lo hago...
Necesitaba leerte.
Daw -