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A mí no me mires:

La alegre divorciada.

La alegre divorciada. Pues no le veo la gracia a eso de casarse.
Nunca se la he visto, y no se la voy a ver ahora,
por mucho talante que le eche el Zapatero del Gobierno.
Vamos a ver si me aclaro,
que no quiero que ninguno me confunda
con una pijichurri fachipepera con bolsito de Loewe.
Lo que me parece mejor de todo esto,
(aparte del berrinche que está agarrando el clero,
que eso siempre gusta)
es que se haya suprimido la prohibición.
Toda prohibición es radicalmente mala,
esencialmente perversa.
Por lo menos, para mí.
A mi prohiben una cosa y entonces es que no puedo contener,
me entran unas tentaciones tremendas
de comer la manzana prohibida.
Y al final me la como, aunque me provoque una indigestión.
Es mi indigestión y no la del puto gobierno paternalista
que me toca los ovarios con sus consejitos y sus prohibiciones.
(Estoy por volver a fumar, con el trabajo que me costó dejarlo)
Sin embargo lo que me pone de verdad,
lo que me resulta tremendamente fascinante y tentador,
lo que me da un gustazo loco, loco, loco, es el divorcio.
Si quisiera mi novia, me casaba con ella ahora mismo.
Pero eso sí, con el objetivo de divorciarnos enseguida.
Nos casamos en un despacho y, sin salir del ayuntamiento,
vamos a otro despacho y nos divorciamos.
(Porque ahora por fin, ya era hora, también, ya era hora,
puede uno y una divorciarse en un aquí-te-pillo-aquí-te-dejo)
Sería un puntito convertirme en la primera lesbiana divorciada
de este país nuestro tan garbancero, machista y gazpachero, sí.

2 comentarios

Lorena. -

Como una moto estoy, Daw, querido mío.

DaW -

Te veo en forma.